viernes, 13 de abril de 2007

Sybil


Sybil (1976)
de Daniel Petrie.

Calificación Ridículamente Exacta en Escala Arbitrariamente Precisa
14 de 16
o 8 de 10
o 3 de 4
o 85 de 100

Debido a ciertas controversias por parte del Consejo Evaluador de Contenido de PyPP, he tomado la decisión de, en esta ocasión, hablar de una cinta hecha para televisión en 1976. Se trata de Sybil, adaptación del libro de Flora Rheta Schreiber del mismo nombre, basado en un caso real.

El filme retrata el momento más tormentoso en la vida de la joven Sybil Dorsett – una extraodinaria Sally Field quien con este papel dejó su imagen de novicia voladora y se ganó la credibilidad y respeto del mundo entero –: el descubrir que su mente ha quedado fragmentada en unas 16 personalidades distintas (aunque en la cinta apenas conocemos unas cuantas), víctima de lo que hasta entonces se conocía como Síndrome de Personalidad Múltple (hoy: Trastorno de Identidad Disociativa).

Se trata de un excelente y profundo estudio - más que médico-psicológico - personal del infinito laberinto que puede ser la mente humana.

Quizá leer el libro primero ayude a apreciar más la película, que a fin de cuentas es apenas un bosquejo de la obra de Schreiber, pero vale la pena si nada más, para echar un vistazo a uno de los casos más extraordinarios de este trastorno, y uno que aunque se menciona en cine muchas veces, en pocas ocasiones funciona como algo más que un truco para engañar al público (léase Identity con John Cusack) o como elemento dramático de revelación (como en la también excelente Fight Club de David Fincher).

Consíganla en su tienda de videos favorita y terminarán, al igual que quien escribe estas líneas, asegurándole a Sally Field, que en verdad, en verdad, sí la queremos.



Ligas:
En IMDB
Las pinturas de la verdadera Sybil

domingo, 1 de abril de 2007

La Última Mirada

o The Last Gaze
de Patricia Arriaga.

Calificación Ridículamente Exacta en Escala Arbitrariamente Precisa



Es extraño que esta joya del cine hecho en México quiera seducir a curiosos con un poster que sugiere alguna genérica comedia romantica que, para colmo, parece importación española. Es una de las muchas formas en que la película sorprende. La refrescante historia toca temas que en nuestro país se tratan por lo general con una brocha mucho mas tosca. La pelicula cuenta la historia de dos personajes, Mei; una sirvienta hija de puta (literal), y Homero; un pintor que se esta volviendo ciego un color primario a la vez. Mas jodidos no podrían estar. Pero también esta descripción es engañosa ya que ni trata del auto-estereotipado México ilegal y corrupto ni trata con los sentimentalismos telenoveleros de, por ejemplo, la modelo que pierde las piernas en Amores Perros.

Un poster mas apropriado hubiera tenido la cama con un cuchillo y manchas rojas. Así, dejado a nuestra imaginación suena muy bien, pero cuando debió haber sido una imagen amenazante y misteriosa salió sin gracia el cuadro. Es una lástima porque ésta podía haber sido la imagen icónica que ademas de vender la pelicula podría haber funcionado mejor para angustiar al espectador en las repetidas ocasiones que aparece durante la historia. La fotografía es bonita, pero igual que con la imagen de la cama, le falta pasión y angustia. El desentendimiento del cuadro de camara con el drama en escena resulta en escenas en las que no aprendemos nada nuevo sobre el estado emocional de los personajes.

La historia es trágica, desde un principio -y casi en su totalidad- y no podemos desprendernos del destino que parece tener acorralados a Mei y Homero. Pero la inocencia de Mei -interpretada por Marisol Centeno- pronto se vuelve indistinguible de la idiotez y mantuve mi interes gracias a la negación de Homero -interpretado por Sergi Mateu- aunque este nos deletreara una y otra vez su frustración a su impotencia frente a una condición hereditaria que su padre sufrió cuando Homero era chico.

Como reacción al cine hecho en México esta pelicula es, como dice johnny, indispensable. De otra manera es una pieza disfrutable aunque algo boba. El peligro que acecha a Homero y a Mei, a pesar de ser manejados satisfactoriamente en escenas anteriores, se desperdician al final cuando simplemente desaparecen. Ignorar esa inercia es un respiro, un truco mágico que al menos yo deseaba mucho, pero que no me convence y se siente como un deus ex machina o como si su presencia en el guión hubiera existido exclusivamente para dramatizar la tensión fatalista que debieron estar sintiendo Mei y Homero pero que no era un peligro real.

El taxista cómico, clave para finalmente unir las historias de Mei y Homero, sirve como punto de afloje pero su picardía simplona y entusiasmo bobo así como los accidentes que le permiten cumplir su función le niegan cualquier verosimilitud que sobreviva su uso narrativo.

La música es buena, desde la música popular que oyen los personajes, hasta la canción de Luis Miguel que baila Homero con su querida monja, hasta la partitura que en ocasión refuerza el exoticismo estético que alude a musica tradicional china.

No es ninguna obra maestra pero en definitiva es indispensable para estar conscientes de otros caminos que se pueden tomar en el cine hecho en México.

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